Cenar tarde: peligro para la salud cardiovascular que debes conocer

Cenar a altas horas de la noche podría tener consecuencias negativas para la salud cardiovascular. Diversos estudios señalan que el horario de las comidas influye en el bienestar del corazón, subrayando riesgos poco conocidos asociados a este hábito alimenticio.

El reto de los horarios modernos

En la actualidad, posponer el momento de la cena se ha convertido en una costumbre extendida. Las jornadas laborales extensas, los desplazamientos interminables y la omnipresencia de las pantallas dejan cada vez menos espacio para comer con tranquilidad. Sin embargo, bajo esta práctica aparentemente inocente se ocultan riesgos considerables para la salud pública, como señalan diversos estudios recientes. Desde alteraciones en la digestión hasta un impacto directo sobre el sueño y el sistema cardiovascular, los efectos no deben subestimarse.

Efectos inmediatos en la digestión

Cuando uno se acuesta poco después de cenar, el proceso digestivo se resiente. La posición horizontal dificulta el tránsito gástrico y favorece el temido reflujo ácido, responsable de esa conocida sensación de ardor en el pecho. Si este hábito se repite a menudo, pueden aparecer lesiones en el esófago e incluso problemas más serios como inflamación crónica o síndrome de Barrett. Además, al no disponer de tiempo suficiente para digerir correctamente, aparecen molestias como hinchazón o calambres abdominales.

Sueño fragmentado y metabolismo alterado

Contrario a lo que muchos piensan, dormir inmediatamente tras una comida copiosa no solo dificulta el descanso nocturno, sino que además genera una competencia interna entre los procesos de digestión y recuperación corporal. Estudios llevados a cabo en Estados Unidos han documentado cómo esta práctica origina despertares recurrentes durante la noche y un sueño menos reparador. Varios elementos explican este fenómeno:

• Aumento progresivo del peso corporal por mayor almacenamiento energético.
• Desequilibrio glucémico, impulsando la resistencia a la insulina.
• Riesgo cardiovascular elevado debido a inflamación y lípidos altos.

Múltiples riesgos a largo plazo

Las investigaciones más recientes —como «Metabolic Effects of Late Dinner in Healthy Volunteers»— refuerzan estas conclusiones: quienes cenan tarde ven alterados tanto su control del azúcar como ciertos marcadores inflamatorios (por ejemplo, la CRP), incluso si gozan de buena salud previa. Aunque todavía quedan incógnitas por resolver sobre los mecanismos exactos implicados, sí parece claro que estas rutinas pueden predisponer a accidentes vasculares cerebrales o patologías metabólicas. Así pues, aunque adaptar nuestros horarios sea complicado, postergar el sueño tras la cena emerge como un pequeño gesto con consecuencias muy beneficiosas para nuestro bienestar global.