El sacerdote de Olavarría que abandonó su fe, asesinó a su familia y las sepultó juntas
Pedro Castro Rodríguez, un sacerdote católico originario de España, pasó por una serie de conversiones religiosas en Montevideo y Buenos Aires, antes de regresar al catolicismo. Sus crímenes fueron finalmente revelados por un sacristán que logró desentrañar su verdadera esencia. ¿Cómo pudo este sacristán desvelar la verdad?
Tl;dr
Un sacristán hace una denuncia estremecedora
Don Ernesto Perin, el sacristán de la parroquia de Olavarría, entró en la oficina de Carlos José Costa, Jefe de Policía de la provincia de Buenos Aires, con una denuncia que helaría la sangre de cualquiera. Según su relato, el cura párraco de Olavarría, Pedro Castro Rodriguez, había asesinado a su mujer y su hija en la sacristía de la iglesia.
El pasado oscuro del cura párraco
Una investigación rápida reveló que Castro Rodríguez tenía un pasado complicado. Había cambiado de religión varias veces, pasando del catolicismo al anglicanismo, luego al metodismo, antes de regresar al catolicismo. También se descubrió que vivía en la «extrema pobreza», hasta el punto de haber tenido que cambiar de religión para sobrevivir. Había sido acusado de envenenar a un teólogo protestante en Montevideo y luego de casarse con Rufina Padim en Buenos Aires, cometió apostasía y fundó su propia iglesia, llamada Iglesia Cristiana Apostólica Universal.
Un crimen atroz que sacude a la comunidad
La denuncia de don Ernesto Perin, respaldada por pruebas y testimonios, llevó a la detención de Pedro Castro Rodríguez. Sus vecinos, horrorizados por el crimen, se reunieron espontáneamente frente a la comisaría y la iglesia, pidiendo a gritos la ejecución del «cura asesino». A pesar de su intento de sobornar al Jefe de Policía con 20.000 pesos, fue condenado a reclusión perpetua.
Opinión editorial
Este caso, aunque terrible, sirve como un recordatorio de la importancia de la vigilancia y la responsabilidad en nuestras comunidades. La religión, a pesar de sus virtudes, no está exenta de corrupción y de abusos de poder. Aquellos en posiciones de autoridad deben ser vigilados de cerca para garantizar la seguridad y el bienestar de todos. En este caso, la valentía de un simple sacristán permitió que se hiciera justicia y nos recuerda que todos tenemos un papel que desempeñar en la protección de nuestras comunidades.