El medallista olímpico: Inspiración de cine, misionero y autor de su propia profecía mortal
Eric Liddell alcanzó la fama en los Juegos Olímpicos de París 1924, sin embargo, abandonó el atletismo para seguir su llamado religioso en China. Allí, fue capturado por los japoneses durante la Segunda Guerra Mundial. ¿Sabías de su destino después de su captura?
Tl;dr
- Eric Liddell fue un atleta olímpico y misionero.
- Su vida inspiró la película “Carrozas de Fuego”.
- No corrió la final de 100 metros en los Juegos Olímpicos por motivos religiosos.
- Murió en un campo de trabajo durante la Segunda Guerra Mundial.
La asombrosa trayectoria de Eric Liddell
La vida de Eric Liddell fue una historia de deporte, fe, amor y guerra. Nacido en China en 1902, Liddell, cuyos padres eran misioneros protestantes, fue medallista olímpico en los Juegos de París 1924. Pero su camino como atleta se vio interrumpido cuando decidió dedicar su vida a su misión espiritual.
Un atleta con convicciones
Liddell es recordado no solo por su velocidad sobrehumana, sino también por su devoción religiosa. Es famoso por negarse a correr la final de los 100 metros en los Juegos Olímpicos porque se celebraba en domingo, día que él dedicaba a Dios. Esta decisión dio paso a su compatriota, Harold Abrahams, para ganar la medalla de oro.
De la pista al campo de batalla
Después de su retirada del atletismo, Liddell se convirtió en pastor y misionero en China, siguiendo los pasos de sus padres. Sin embargo, su vida cambió drásticamente con el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Fue hecho prisionero por los japoneses y enviado a un campo de trabajo, donde finalmente murió a los 43 años.
Un legado inmortalizado en el cine
La vida de Liddell fue llevada a la gran pantalla en la película “Carrozas de Fuego”, la cual ganó 4 premios Oscar. Esta película inmortalizó las hazañas de Eric Liddell y sigue siendo un clásico del cine.
Opinión editorial
La historia de Eric Liddell es un conmovedor recordatorio de la fuerza de las convicciones personales. A pesar de los desafíos y sacrificios que enfrentó, Liddell nunca renunció a su fe. Su vida es un ejemplo de cómo la devoción y el compromiso pueden trascender y hacer historia.